domingo, 21 de febrero de 2016

DE HABERLO SABIDO

La aventura de ser madre es algo que nunca sabes a ciencia cierta hasta qué punto es sacrificado o gratificante hasta que te conviertes en parte de ese selecto y privilegiado club.

Por mucho que me imaginaba hace unos años cómo sería ser madre, cómo sería ser la persona más importante en la vida de un bebé, no solo mientras es un bebé, sino a lo largo de su existencia, nunca me hubieran podido explicar tantísimas cosas.

Muchos aspectos de la maternidad solo los puedes sentir viviéndolos, y por mucho que te los expliquen... son tan indescriptibles que  la explicación se quedaría corta.

Pero para ser justos hubo muchas cosas que no me explicaron antes de tener a mi hija, "pequeños detalles" del día a día que hacen que tu vida sea muyyyyyyyy "entretenida".

Pero empecemos por el principio... Por ejemplo...

Nadie me supo explicar qué se sentía cuando sientes a tu bebé por primera vez moverse dentro de tu barriga, ni tampoco me explicaron lo que dolían las patadas en las últimas semanas de embarazo.

Nadie me explicó que para dormir necesitaría tantas almohadas, que para poder tocar al que era mi marido tendría que echar una instancia, porque había mas almohadas y cojines que partes del cuerpo.

Nadie me supo explicar cómo de dolorosas serían las (puñeteras) contracciones previas al parto: Y gracias a Dios yo tuve mucha suerte porque solo tuve que sufrirlas la noche que me puse de parto, y en cuestión de 5 horas (desde la primera contracción) tuve a mi hija.

Nadie me avisó de que a las horas de dar a luz una se iba casi a desangrar cual marrano en una matanza! nadie me lo dijo! madre del amor hermoso!! Yo no había visto eso en la vida!! 

Nadie me avisó que a partir del momento en que llegamos a casa los 3 (mi marido, mi hija y yo) nuestra vida daba un giro de 360º, y que nada, absolutamente nada, iba a ser como antes.

No me especificaron que por las noches me levantaría como una sonámbula ante el primer sonido de mi hija recién nacida, y prácticamente todas las noches me quedaría dormida mientras ella tomaba el pecho. Y no me avisaron que todas las mañanas me levantaría con dolor de cuello de pegar tantas cabezadas con ella.

No me avisaron que la lactancia materna no era tan fácil como la describen las matronas, y tampoco me dijeron que iba a pisar tantas cafeterías durante esos primeros meses, porque Julia era un bebé enganchado al pecho, y al rato de salir a la calle ya quería pecho de nuevo, con lo que me metía en la primera cafetería que pillaba, o un probador de una tienda o similar.

Nadie me avisó de que el estrés al que estás sometida esos primeros meses puede pasar factura, y de hecho me dio una parálisis facial debido al estrés provocado por la falta de sueño, falta de alimentación, y situaciones propias de ese primer mes. Tuve suerte de que fue leve y desapareció pronto y totalmente.

Nadie me indicó que la frase "mi hija duerme del tirón toda la noche" es la mas preciada y ansiada de entre todas las frases en esos primeros meses. Todo llega, tranquilas, tiempo al tiempo, en mi caso fue sobre los 4-5 meses si no recuerdo mal.

No me dijeron que con hijos, la ropa limpia (la de ellos y la nuestra) duraría limpia apenas una hora.

Nadie me advirtió que los momentos tranquilos en el baño para ducharme o para hacer pipí se verían interrumpidos por una persona que grita "mamaaaaaaaa".

Nadie me dijo que cada día iba a preguntarme si lo estoy haciendo bien como madre...




PORQUE DE HABERLO SABIDO...

Hubiera sido madre mucho antes.

Porque no conocía el poder de una caricia de una niña.

Porque me quedo embelesada mirándola.

Porque me encanta observarla de día mientras hace alguna de las suyas, cuando me habla, o cuando me mira.

Porque me encanta observarla dormida, ir a su cama y simplemente, mirarla. Cómo tanta energía queda relegada a un segundo plano para dormir tan plácidamente.

Porque nunca un "te quiero de locura, solo a mamá" tuvo tanto valor y significado en mi vida.

Porque me encanta despertarla por las mañanas, es como un bollito de pan recién sacado del horno, para comérsela.

Porque un "mamá no llores" no tiene precio, y una caricia suya y su sonrisa puede cambiarte el día, haciendo que te olvides de aquello que te lo había amargado.

Porque aprendes lo que es el amor incondicional.

Porque a ser madre, también se aprende. Y se hace cada día.


Así que de haber sido todo esto, lo bueno y lo malo, volvería a hacer lo mismo una y otra vez. Porque ser madre es mucho mas gratificante que cualquier cosa, aunque también requiere sacrificios, cambios en tu vida, con tu pareja, en tu día a día, en tu trabajo, en tus horarios... pero si he aprendido algo en estos casi tres años es lo siguiente:

Que VALE  LA PENA, y que es EL MEJOR REGALO QUE NOS PUEDE DAR LA VIDA.


(Julia, eres lo mejor de mi vida, de nuestra vida).







domingo, 7 de febrero de 2016

PERDER PARA GANAR

Hace algún tiempo decidí apostar. 

Decidí apostar por MÍ, porque comprendí que si no lo hacía yo en primer lugar, nadie lo haría por mí, si no confiaba en mis posibilidades nadie confiaría en las mías, no serviría de nada.

Me hizo falta querer y "des-querer", para quererme mas a mi misma. Me hizo falta llorar para darme cuenta que es mejor sonreirle a la vida que llorarle por algo que no vale la pena.




Me hizo falta sentirme insegura, tocar fondo, para darle la vuelta a mi vida, y comprender que había muchas cosas y personas por las que luchar, personas que merecían mi sonrisa, personas que me necesitaban y querían estar a mi lado. 

Me hizo falta que pasara el tiempo para darme cuenta de muchas cosas, para ver las situaciones desde otra perspectiva, desde otro punto de vista mas objetivo, menos triste y mucho más optimista.

Me hizo falta pasarlo mal para darme cuenta que se puede estar mucho mejor, que después de algo malo, siempre la vida te tiene preparado algo bueno.

Necesité estar sola para conocerme realmente, saber lo que quiero y no quiero en mi vida, y para saber de quién quiero rodearme, para un rato, para un café o para toda la vida. Necesité tiempo para mí.

Me hizo falta no querer levantarme de la cama para darme cuenta que no me lo podía permitir, que no podía ni planteármelo, y que desde esa posición horizontal lo mejor que se puede hacer es dormir sabiendo que tienes la conciencia bien tranquila porque no has hecho nada malo.

Tuve que perderme para encontrarme, y me hizo falta perder personas para ganar muchas otras.

Me hizo falta que no me valoraran para valorarme a mi misma.

Me hizo falta perder un poquito de mi optimismo para multiplicarlo por 1000.

Me hizo falta PERDER PARA GANAR.